A 25 Años de Ratas, ratones y rateros: Una conversación con Carlos Valencia
En diciembre de 2024, la película de Sebastián Cordero cumplió 25 años desde su estreno. Fue a finales de 1999 cuando la obra del director quiteño marcó un hito en el cine nacional y consagró al actor manabita, para quien la cinta representó el inicio de una exitosa carrera, tanto en la televisión como en la gran pantalla. Esta es su historia.
Seis meses en cartelera, con estreno internacional en el Festival de Cine de Venecia y nominada a los premios Goya, Ratas, ratones y rateros, la ópera prima de Sebastián Cordero, representa un baluarte del cine ecuatoriano. Fue el 25 de diciembre de 1999 cuando esta película llegó a las salas para marcar un antes y un después en la historia de la cinematografía nacional.
Son varios los elementos que confluyeron en el éxito de esta producción, uno de ellos, sin duda, fue el valor actoral de su elenco. Este estuvo formado por varios actores jóvenes, uno de ellos, el manabita Carlos Valencia, quien dio vida a Ángel, un delincuente que intenta saldar una deuda pendiente para lo cual se involucra en una serie de situaciones que bien podrían reflejar la realidad de muchos antisociales que se desenvuelven en un entorno marcado por la violencia y la pobreza.
A 25 años de este éxito que lo catapultaría a la fama, Valencia reflexiona sobre la película y su trayectoria profesional. Su historia empieza hace 59 años en Manta, ciudad en la que nació y empezó a dar sus primeros pasos en la actuación. Describe su infancia como tranquila y sin mayores contratiempos, aunque marcada por las dificultades económicas que afrontaba su familia. Su interés por el teatro comenzó en el colegio, donde junto a un profesor fundó el grupo de teatro «La Trinchera», uno de los principales colectivos teatrales de Manabí. Carlos permaneció en este grupo durante casi ocho años, convirtiéndose en uno de sus fundadores. Posteriormente, se trasladó a Quito, donde profundizó su formación actoral en el grupo Mala Yerba, ganando experiencia en montajes y técnicas teatrales.
Tras formarse en este grupo, emprendió un camino que lo llevó a experimentar en el campo audiovisual, lo que incluyó la televisión y el cine. Este proceso, aunque inesperado, le permitió explorar nuevas dimensiones creativas y descubrir oportunidades insospechadas.
En la década de los noventa, cuando comenzó a incrementarse la producción audiovisual en el país, se generó una motivación creciente entre los realizadores por mostrar la cultura y la identidad nacional. Es en ese ámbito que surgieron propuestas enfocadas, principalmente, en resaltar la belleza natural del país, mostrando sus montañas, playas, las Islas Galápagos, entre otros paisajes. A la par, hubo otro grupo de realizadores que anhelaban explorar temas más profundos, como la inestabilidad política y las vivencias cotidianas de la población.

Es en este contexto donde aparece Sebastián Cordero, a quien Carlos reconoce como una figura influyente dentro de su carrera y en el panorama artístico nacional. Con una visión distinta y el objetivo de mostrar un Ecuador nunca antes visto, su película Ratas, Ratones y Rateros rompió con la tradición de retratar solo la belleza de los paisajes e introdujo al público a un país desconocido, lleno de personajes que reflejaban la realidad de muchas personas.
La obra no solo generó preguntas y reflexiones en los espectadores, sino que también despertó entusiasmo en muchos jóvenes, quienes se dieron cuenta de que era posible hacer un cine diferente.
A partir de entonces, surgió la necesidad de ir más allá de los escenarios naturales y comenzar a explorar historias locales, contar las narrativas propias del país y reflejar su identidad. Este enfoque en la creación audiovisual inspiró a una nueva generación de cineastas, quienes comenzaron a producir películas que buscaban mostrar un Ecuador auténtico y diverso. Es así que Carlos logra hacerse un espacio en este tipo de producciones, interpretando personajes que pocas veces eran representados, dando voz a un sector marginal de la sociedad ecuatoriana.
Desde entonces, Carlos ha sido reconocido por interpretar personajes vinculados a menudo con la marginalidad y las desigualdades sociales. Sin embargo, su versatilidad actoral le ha permitido explorar diversos registros, adaptando su voz, lenguaje corporal y técnicas interpretativas para también dar vida a otro tipo de personajes.
De todos ellos, Ángel es el que, probablemente, sea el más recordado por el público. Según cuenta el actor, tanto él como Sebastián Cordero, trabajaron arduamente en la creación de este personaje, haciéndolo complejo e interesante, actoralmente hablando. Al ser este el motor de la historia, el objetivo era conseguir una interpretación impactante y memorable, lo cual se logró.
A finales del año pasado, tanto Carlos como Sebastián, se unieron para presentar la obra teatral La misma sangre, la cual funciona como una secuela de Ratas, Ratones y Rateros. Ambientada en una cárcel, retoma el tinte social de la película y, además, incorpora un componente actual con situaciones de coyuntura. La obra fue un éxito y demostró cómo las temáticas que abordó la película en la década de los noventa, hoy siguen vigentes.
Carlos se considera muy afortunado por todo lo que ha logrado y siente gratitud por las oportunidades y experiencias que ha tenido. Para él, es fundamental mantener siempre una luz que lo inspire, así como tener paz espiritual y fortaleza para enfrentar cualquier desafío.
Se siente orgulloso del legado que ha dejado en el cine ecuatoriano. “Ser alguien es importante, ser reconocido y que tu figura influya tiene valor”. Su trabajo no solo ha determinado el hecho de que sea una personalidad en el campo artístico, sino que a través de este, anhela potenciar la cultura en el país.