Las casas prohibidas
La Floresta funciona como un corazón. A través de este corre una sangre multicolor, llena de vecinos, de historias, de arte, de experimentación. Un corazón repleto de vida, un barrio lleno de actividad. Sin embargo, en algunos rincones se escoden sombras que emergen de las casas o predios abandonados, misteriosos y descuidados por el paso del tiempo. Conoce algunos de ellos, a través de este recorrido.
Una vez que se adquiere el hábito de observar detenidamente la ciudad y fijarse en las historias que se cuelan entre edificios, redondeles y calles, es difícil dejar de hacerlo. Quito está llena de edificaciones en las que se esconden grandes historias. La Floresta también. ¿Se han preguntado qué guardan aquellas casas viejas, destruidas e, incluso, abandonadas que habitan en este sector y de las que nadie quiere hablar?
El peatón común camina, ve estas casas, y luego sigue de largo. Quizás sienta un pinchazo de curiosidad, que pasará enseguida. Quizás piense cómo se puede aprovechar de mejor manera este espacio ocupado por estas casas que ya nadie visita.
Luego están los caminantes que se sienten atraídos por las posibles historias o tragedias detrás de estas edificaciones roídas por el tiempo. Los que se preguntan si alguien habitará aún esas paredes despintadas, esos muros llenos de maleza crecida, árboles salvajes y graffitis. Los que se imaginan el apogeo de esas construcciones que se sostienen, a veces, apenas en sus esqueletos y ruinas.
Y luego, están los que se paran y se atreven a preguntar.
El ejemplo más icónico y conocido dentro del barrio es “La casa 1000”, ubicada frente al Ocho y medio. Rumores, leyendas y datos se mezclan en una enrevesada historia, o, mejor dicho, historias. Parecería que cada vecino tiene su propia versión, basada en lo que ha escuchado. Sus muros están repletos de arte y maleza, como si la naturaleza y la cultura se apropiaran del espacio.
Frente a la PUCE se ubica otra de estas misteriosas casas. Llama la atención por su tamaño que ocupa toda la cuadra y por los rasgos arquitectónicos que hablan de su belleza pasada. A través de la espesa vegetación que la cubre y sus imponentes muros se pueden observar algunos detalles que la muestran como un palacete.
Existe poquísima información sobre esta propiedad. Su nombre oficial, o al menos el que figura en los registros históricos, es Palacio de Barba. Fue construido en 1920 y es uno de los pocos edificios con estas características que queda en el barrio. Información que todavía está disponible y que data de hace siete años, da cuenta de que la casa estaba en venta a un exhorbitante valor. Otros rumores apuntan a que esta fue vendida a un empresario mexicano. Y ya, nada más, silencio total por casi una década.
Basta dar un par de vueltas más para encontrar otros ejemplos. Indudablemente La Floresta tiene sus fantasmas infiltrados en estas casas intrigantes, en estas construcciones llenas de historias que, quizás, no escucharemos nunca.