:El bazar

Un huerto de esperanza

El mercado de La Floresta es uno de los pocos sitios de la ciudad en el que se pueden encontrar productos orgánicos y agroecológicos de alta calidad. Su proceso de producción se desarrolla cuidadosamente por manos como las de Elvira Pérez. Siguiendo el legado de su familia, ella ha dedicado su vida a producir alimentos que preservan la salud y reflejan un consumo consciente.

El sol apenas está saliendo, pero el mercado ya está vivo y bullicioso. El aroma a especias y frutas frescas invade el lugar, mientras los vendedores anuncian en voz alta los precios y los clientes pasean entre los puestos buscando las mejores ofertas.

El Mercado La Floresta, ubicado en la calle Francisco Galavis, se caracteriza por ofrecer productos orgánicos y agroecológicos a sus vecinos. Detrás de esta producción de alimentos saludables yace el arduo trabajo de dedicados agricultores que, día a día, se empeñan en llevar a cabo cuidadosamente cada uno de los procesos requeridos para obtener productos de la más alta calidad.


Una historia de trabajo

Desde su puesto, al final del mercado, Elvira Pérez observa el ir y venir de la multitud. Allí, desde el 2015 ha presenciado cómo los clientes han ido cambiando sus hábitos de consumo y cómo el mercado ha ido renovando lo que ofrece, aunque su esencia permanece intacta.

En la familia de Elvira, el respeto por la naturaleza y el trabajo honesto siempre han estado presentes. Recuerda la labor de su abuelo como agricultor, que luego pasó a ser el trabajo de su padre, después de jubilarse. Desde muy joven, enseñaron a Elvira a apreciar la tierra y a cultivarla con cuidado y gratitud.

El transformador Proyecto de Agricultura Urbana Participativa AGRUPAR tocó la vida de Elvira hace ya 17 años, como un rayo de esperanza entre las nubes grises de la adversidad. Fue la oportunidad dorada para forjar su propio camino hacia el éxito, que no solo alumbraría su destino, sino también el de su familia. Desde entonces, asiste a interesantes capacitaciones y charlas, que fueron inicialmente la chispa de motivación que le impulsaron a lanzarse al mundo de la agricultura. A través de estos encuentros, aprendió nuevas técnicas de siembra agroecológica, conocimientos que no descansa en aplicar cada día en su fértil huerto.

“A mis nietos les involucramos en la agricultura. Ellos nos ayudan a sembrar y cosechar. Ahorita estamos cambiando el plástico en un invernadero, entonces hacemos una minga y todos metemos mano”.


El valor del cultivo sostenible

Elvira resalta el trabajo que tienen como familia en el “Huerto Orgánico Don Panchito”, ubicado en al barrio San Francisco de Miravalle. Sin duda, el trabajo agrícola conlleva mucho esfuerzo, sacrificio, paciencia y otras tantas habilidades que les ha tocado desarrollar.

Elvira con su esposo, hijos y dos hermanas a diario se levantan antes de que el sol alumbre sus ventanas para tener el primer contacto con la tierra. En sus cinco nietos ha sembrado las semillas de conocimiento y respeto por la naturaleza.

Lo mejor de poder sembrar y cosechar sus propios alimentos es que conocen el proceso que está detrás de cada fruta y verdura. Al ser un huerto agroecológico no utilizan químicos, sino que ellos mismos procesan los abonos, hacen el compost y el humus de lombriz.

La mayor satisfacción para Elvira es saber que está cuidando su vida y la de su familia al consumir productos llenos de nutrientes. El pensar que sus nietos crecerán fuertes y sanos hace que todo valga la pena.

En el corazón de Elvira florece una satisfacción profunda al saber que, con cada bocado de alimento, está protegiendo la salud y el bienestar de su familia, cultivando productos llenos de nutrientes esenciales. Su mayor gozo reside en contemplar el futuro con optimismo al saber que contribuye al crecimiento saludable y fuerte de sus futuras generaciones.

“Para mí estas prácticas significan tratar de rescatar lo que antes teníamos con nuestros abuelitos. Hace 30 o 40 años atrás todavía podíamos comer sin químicos”.


La herencia de los ancestros

Elvira sostiene firme el legado ancestral que ha sido cuidadosamente transmitido a través de las generaciones. Para ella, la agricultura no es solo una actividad productiva, sino un vínculo sagrado con la tierra y una fuente inagotable de sustento para su familia. En medio de la incertidumbre económica que azota al país, la tierra que cultiva se convierte en el sustento de su hogar, brindando estabilidad y esperanza.

Elvira se siente muy orgullosa de haber preservado las costumbres que sus ancestros le enseñaron, y que quiere seguir inculcando a las futuras generaciones. En la agricultura también ha encontrado un ingreso económico fijo para su hogar, a pesar de la difícil situación por la que atraviesa el país. Esto es lo que la ha mantenido estable y ha sido la fuente de ingresos de su familia.

En un mundo cada vez más desconectado de la tierra, Elvira y su familia nos recuerdan la importancia vital de los agricultores en nuestras vidas. Son ellos quienes, con su esfuerzo incansable y su profundo respeto por la naturaleza, nos proveen de alimentos sanos. Detrás de cada fruta y verdura que llega a nuestras mesas hay una historia de trabajo arduo y de sacrificio.

Elvira y su familia representan el vínculo perdurable entre el pasado y el presente, entre las tradiciones ancestrales y las necesidades actuales. Su dedicación a la agricultura no solo asegura su propio sustento, sino que también preserva un legado invalorable para las futuras generaciones. Hoy, cuando la agricultura orgánica y agroecológica son más relevantes que nunca, personas como Elvira son la esperanza de un camino hacia un futuro más saludable y consciente.

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