Los murales del barrio: Arte a cielo abierto
Las calles de La Floresta son un lienzo abierto donde el arte urbano cobra vida en forma de murales que cuentan historias, expresan emociones y reflejan la identidad del barrio. Estos murales, creados por artistas locales e internacionales, transforman las paredes en galerías al aire libre. En cada trazo y color, se encuentran mensajes que van desde lo social y político hasta lo puramente estético, convirtiendo al barrio en un referente de la cultura visual contemporánea en Quito.
Parole, un muralista belga, con casi 30 años de trayectoria y Anabel Llerena, ilustradora y creadora del proyecto La Cuca Ilustrada, a través del que habla de temas como el feminismo y la sexualidad, comparten su visión sobre hacer arte urbano en La Floresta.
Para ellos, el barrio es un espacio donde las experiencias de artistas y creadores encuentran un terreno fértil para crecer. Parole señala que este lugar no solo es un punto de referencia en la ciudad, sino un entorno que recuerda a la diversidad y riqueza de la Amazonía ecuatoriana: lleno de vida, movimiento y conexiones que se entrelazan de forma orgánica, refiriéndose a los murales que se encuentran en distintos puntos del barrio y que muestran la magia de la región amazónica. “Cada rincón tiene algo que ofrecer, todo parece conectado, como los ríos que alimentan la selva”, comenta mientras destaca la importancia de Nudo Street Art, una galería de arte urbano que describe como “el mejor lugar para estar y hacer residencia”.
Por otro lado, Anabel ve en La Floresta el espacio que más la ha acogido como artista. “Entre las librerías, las tiendas de diseño y los eventos culturales, he encontrado un lugar donde mi trabajo se siente valorado. He lanzado mi novela aquí varias veces; este barrio ha sido parte de mi historia creativa”, afirma. Para ella, La Floresta no solo es un escenario de oportunidades, sino una comunidad en movimiento constante.
Cuando crean murales, sus inspiraciones reflejan lo diverso y personal de su visión artística. Parole encuentra su punto de partida en las historias de la gente del pueblo, los sonidos del entorno y la explosión de colores que emergen de los paisajes urbanos. «Me gusta escuchar a las personas, entender sus vidas, y llevar esas historias al muro. El arte debe ser tan vivo como la gente que lo rodea», explica. Por su parte, Anabel busca visibilizar lo cotidiano, esas situaciones que muchas veces pasan inadvertidas o que no se mencionan lo suficiente. Su mural en La Floresta, ubicado en la calle La Coruña, nació de una convocatoria realizada por una tienda de diseño, donde los temas debían abordar perspectivas de género y diversidad LGBTIQ+. “Apliqué con una ilustración que tenía de la Cuca y me eligieron. Así fue como pinté ese mural, abordando los temas de una manera explícita y honesta, que es como empieza todo mi proyecto creativo”, cuenta.
Sea como un nodo de conexión para el arte urbano o como un refugio para ilustradores y diseñadores, La Floresta sigue demostrando que más que un barrio es un espacio donde el arte y la vida se encuentran.


