:Mi quadra

Voces que llegan al alma

Desde hace setenta años se alberga en nuestro barrio una verdadera institución del canto: se trata del coro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Su trayectoria le ha permitido proyectarse como un semillero de talentos y como un espacio de crecimiento profesional y personal para sus miembros. Conoce su historia.

En el punto en el que se entrecruzan el norte y el centro de Quito, se encuentra uno de los espacios dedicados al arte y a la cultura más representativos del país, se trata de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Desde 1944, este ha sido el epicentro de distintas manifestaciones artísticas, una de estas es el canto coral. El Coro de la Casa de la Cultura fue creado el 15 de noviembre de 1954, por Óscar Vargas Romero, un maestro coral de Guatemala que vino al Ecuador, a través de la embajada, buscando asilo político. A su llegada, conoció a Benjamín Carrión y así nació la iniciativa de empezar un coro dentro de la Casa de la Cultura.

En octubre de 1954, en diario El Comercio, se publica una convocatoria dirigida a los interesados en formar parte del coro. Luego de recibir varias postulaciones, finalmente, el coro queda conformado y el 15 de noviembre de ese mismo año realiza su primer ensayo oficial.

Actualmente el coro está formado por jóvenes universitarios y profesionales de distintas áreas que aman la música y que desean aprender a leer partituras o a conocer sobre expresión vocal. “Imagínate cantar con un grupo de 20 o 30 personas, sin instrumentos y que suene, incluso, mejor que con ellos, es increíble”, menciona Fernando Mosquera, actual director del coro.

Un coro con amplia trayectoria

Fernando es uno de los tantos directores que han pasado por el coro. Comenta que, al terminar su carrera de Negocios Internacionales en la PUCE, viajó a Argentina a estudiar dirección coral. Cuando regresó, el director de ese momento, Jorge Jaramillo Gálvez se jubiló y Fernando se convirtió en el nuevo director.

Generación tras generación, este coro ha participado en innumerables festivales, tanto nacionales como internacionales. Ha sido invitado a conciertos, presentaciones con orquestas y óperas; no hay provincia del país en donde el coro de la CCE no haya estado presente. Uno de sus miembros más antiguos es Miguel Mejía, de 75 años, quien recuerda sus años en el coro. “El canto coral es una expresión del hombre que enaltece, nos vuelve mucho más sensibles”, menciona.

La trayectoria que ha alcanzado este coro, lo ha hecho merecedor de varios reconocimientos. El festival coral internacional Voces en la Mitad del Mundo, en su décima edición, le rindió un homenaje por sus 70 años de vida. “El Coro de la Casa de la Cultura ha sido un semillero coral, de aquí han salido directores que forman coros importantes”, expresa Mosquera.

Una gran experiencia de vida

Por su parte, Jorge Verdugo, miembro del coro señala que dentro de este tuvo la fortuna de encontrar a grandes personas que se convirtieron en sus amigos más cercanos, además de haber encontrado el amor. Ana Lucía también cuenta lo que representó el coro en su vida: “El coro hizo que definiera lo que soy ahora, formo coros y me dedico a la música profesionalmente, ese es mi gran recuerdo de pasar por aquí”.

El coro de Casa de la Cultura tiene como objetivo difundir y fortalecer el valor de la cultura y la música ecuatoriana. Mosquera explica que cada coro, a nivel social, tiene un impacto, ya que el trabajo que se realiza tiene como centro el bien común. “Los coros trabajan en equipo, cada uno se apropia de su coro y genera una identidad muy fuerte”, señala. Esta herencia del trabajo coral se transmite de generación en generación, y, sin duda, prepara a los coristas para ser personas más empáticas y sensibles.

En cada repaso y en cada presentación esta agrupación muestra su talento, su espíritu y porque es considerado uno de los coros más representativos del país.

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