El consumo de alcohol en las calles pone en vilo a los vecinos
Las multas y sanciones que se imponen, tanto a quienes beben alcohol en la calle como a quienes venden licor a menores de edad, no es un freno para que el consumo de alcohol en la vía pública siga siendo uno de los problemas que enfrenta el barrio. En el 2023, la autoridad competente realizó 195 operativos en los que se disuadió a 22.680 personas del espacio público y se destruyeron 5.400 botellas de licor. A pesar de los intentos por controlar este problema, la situación persiste, sobre todo, en las calles aledañas a las universidades que están en la zona.
El consumo de alcohol en la vía pública es un problema recurrente en varios sectores de la ciudad y La Floresta no es la excepción. Al ser un barrio con diversidad de propuestas de entretenimiento, universidades y emprendimientos de bares y restaurantes, es más proclive a enfrentar este tipo de situaciones.
En el país, existe una cultura de consumo de alcohol muy marcada, influenciada por una serie de factores y patrones culturales. A pesar de que la Constitución prohíbe la venta de licores a menores de edad, es común que esto suceda. Además de lo estipulado en la Constitución, está vigente la ley Nacional de la Lucha contra el Alcoholismo, cuyo artículo 4 estipula que está prohibido el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública. Aunque la ley es clara, la realidad es muy diferente.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos INEC, sobre el consumo de alcohol en el país, más del 40% de los ecuatorianos que consumen alcohol lo hacen de manera semanal y más del 60% consigue las bebidas alcohólicas en la tienda de su barrio.
Luis Vacacela, dueño del restaurante “Full House”, ubicado en la Roca y Tamayo, afirma que el consumo de alcohol por parte de jóvenes estudiantes es de los principales problemas que enfrenta el sector. Él considera que, incluso, parte de la delincuencia que sufre el barrio está directamente ligada a esta situación. “Los jóvenes vienen aquí a tomar, en lugar de aprovechar el esfuerzo que sus padres hacen para mandarlos a la universidad”, cuestiona.
Una de las zonas del barrio que más sufre esta problemática, es la parte donde se encuentran las calles cercanas a las universidades, en especial, las que se ubican al frente de la PUCE, entre las calles Veintimilla y Gerónimo Carrión. Precisamente, en ese sector, los empleados de una tienda que está en la esquina de la Veintimilla y 12 de octubre, explican lo problemático que resulta pedirles a los jóvenes que se retiren del sitio, luego de haber comprado sus bebidas alcohólicas. Esta es una de las tiendas de la zona que más flujo de estudiantes tiene. Todos los días, entre semana, es común ver, desde tempranas horas de la mañana, a varios grupos de jóvenes libando en la calle.
El temor de los dueños de las tiendas es que su negocio pueda ser clausurado, ya que la Agencia Metropolitana de Control, podría imponer esta sanción. La multa también se puede aplicar a los libadores, sin embargo, eso parece no preocuparles mucho, sobre todo, los días viernes.
Para las hermanas Teresa y María de la Casa Provincial de las Hermanas Marianitas, ubicada en la calle Andalucía, este es un problema que con el tiempo ha ido empeorando. Ambas han vivido en este lugar desde hace décadas y afirman que desde la pandemia la situación se ha vuelto peor. Comentan que es común ver todos los días grupos de jóvenes consumiendo alcohol y otras sustancias. La molestia es más grande todavía por el fuerte ruido que causan los parlantes colocados a todo volumen y por las sirenas de las patrullas que se acercan al lugar para precautelar la seguridad. Para ambas religiosas, estas escenas constituyen un motivo de vergüenza, ya que es impensable que esto pueda ocurrir afuera de la casa de oración.
Desde la autoridad competente se han tomado algunas medidas, según Dennis Torres, coordinador de Comunicación de la Administración Zonal La Mariscal, esta institución hace frente al problema, a través de operativos que tienen lugar a distintas horas de día, sobre todo, en la tarde. Para esta dependencia municipal, la situación que vive el barrio en relación al consumo de alcohol en la vía pública, es una de sus más grandes problemáticas, ya que aun habiendo sido sancionados con multas, los libadores vuelve una y otra vez a la calles.
Según el documento, “La Mariscal en cifras” que presenta cifras del 2023, se han realizado un total de 195 operativos. Además, se han destruido alrededor de 5.400 botellas de licor y se han disuadido a 22.680 personas del espacio público.
Otra de las acciones que se lleva a cabo es la implementación de alarmas en algunos de los sectores más conflictivos, con el fin de que los vecinos puedan accionarlas cuando lo necesiten. En el 2023 se implementaron 16 alarmas comunitarias, beneficiando de esta manera a casi 500 familias de la zona. Por otro lado, en lo que va del 2024 se han realizado 21 operativos que han dejado como resultado el retiro del espacio público de 724 consumidores y 500 litros de alcohol destruidos. Para muchos vecinos, ver a los libadores en las calles, especialmente, en aquellas cercanas a las universidades, se ha vuelto parte del «paisaje», lo cual daña la imagen del barrio, por lo que solicitan a las autoridades intensificar las medidas para frenar esta problemática.