:El veredazo

La escena musical emergente se toma el barrio

Bandas como A Marte y Neo Prisma han encontrado en el sector un espacio para impulsar su música, caracterizada por promover un diálogo con las audiencias más jóvenes e inspirar la reflexión social. Para estas bandas, La Floresta ha representado una posibilidad de crecer, compartir y proyectarse dentro de la oferta musical alternativa que tiene la ciudad.

La Floresta es un epicentro cultural, en el que la música es una de sus protagonistas. En este sector de la ciudad, la expresión cultural ha encontrado un espacio para consolidarse. Desde hace algún tiempo, aquí no solo se albergan lugares para disfrutar de la música, sino que también confluyen artistas, productoras musicales y disqueras. Bandas como A Marte y Neo Prisma, junto a los artistas Maremusa, Ian Borja y Víctor Capulí, se reúnen en el barrio para presentar su música y reflexionar sobre cómo sus composiciones no solo entretienen, sino que tienen como propósito transmitir sentimientos, contar historias, compartir ideas, denunciar injusticias y construir una comunidad, según afirman. “Sacamos nuestra creatividad y nuestras ganas de crear música con base en nuestras experiencias, en lo que nos pasa a todos”, mencionaron los integrantes de A Marte.

La banda A Marte, conformada por Marcel, Mateo, Zumba, Jossias y Sebas; y Neo Prisma, integrada por Ángeles, Juan Andrés, Benjamín y Cristian, a través de sus creaciones, construyen una identidad que dialoga con la juventud ecuatoriana, promueve la reflexión social y fortalece el tejido cultural.

Cada uno de los integrantes de estas agrupaciones, llegó a la música atravesando recorridos diferentes que los hace tener distintos puntos de vista, sin embargo, todos coinciden en la importancia de crear juntos, en un frente unido. A Marte, por ejemplo, se formó a partir de amistades y afinidades musicales, mientras que Neo Prisma nació de la colaboración entre compañeros de estudio que compartían una sensibilidad común por la composición.

En Ecuador, abrirse paso en la escena musical requiere persistencia. Las bandas emergentes aprovechan espacios culturales alternativos como una posibilidad para crecer, compartir, proyectarse y para que nuevas voces sean escuchadas. En un entorno donde el arte enfrenta constantes retos y desafíos, estos artistas emergentes encuentran en la música una herramienta de expresión social y emocional, y en La Floresta, un espacio que los acoge y les permite crecer.

Los artistas Maremusa, Ian Borja y Víctor Capulí, desde sus respectivas bandas, también destacan la necesidad de compartir procesos creativos en grupo como una forma de enriquecer la propuesta artística. “El trabajo en equipo es nutrirte de gente que es mejor que tú. A veces, hay cosas que quiero decir y no sé cómo hacerlo, y viene una persona a explicarme cómo. Entonces creo que la comunidad es algo hermoso en el proceso creativo”, señala Maremusa. Esto les permite transformar ideas individuales en experiencias musicales que conectan con otros, a través de letras honestas y una intención común: hacer del arte un medio para visibilizar lo que muchas veces no se dice.

Una música con sentido social

Estas letras e intenciones son el reflejo de una generación que busca decir algo. Lejos de los modelos comerciales, estos artistas utilizan la música como una herramienta para abordar temas sociales, políticos y culturales, por lo que pretenden generar conciencia sobre el alcance que tiene la música en la sociedad.

“Ya no me quiero esconder en las letras. Ahora quiero hablar de cosas que están pasando en el país, en el medio musical”, reveló Ian Borja, quien ha optado por dejar atrás la escritura y composición abstracta para hablar de forma más directa sobre lo que piensa de la situación actual. Maremusa también utiliza sus canciones para conectar con el público desde la vulnerabilidad emocional. Según Víctor Capulí “la intención es rescatar la música ecuatoriana y fusionarla con ritmos contemporáneos como jazz, punk, rock, pop, pero sin perder la esencia de la misma”.

Respecto a sus estilos musicales, la banda A Marte define el suyo como baladas modernas con una fuerte carga romántica, mientras que Neo Prisma apuesta por letras introspectivas y arreglos que reflejan las inquietudes de su generación.

En general, todo vuelve a un mismo punto: la importancia de crear una comunidad. Ensayar, grabar, componer y tocar en vivo son procesos que requieren apoyo mutuo. En palabras de los propios artistas, la música no se construye en soledad, sino con otros músicos, con el público y con el entorno. El trabajo colectivo no solo mejora la calidad de las composiciones, sino que también genera un sentido de pertenencia y compromiso con la cultura local. Para estas bandas y artistas, hacer música es también una forma de resistencia: una forma de decir que el arte importa, que las emociones tienen espacio y que la juventud tiene mucho por aportar.

Un camino lleno de dificultades

Pero, a pesar del compromiso, el camino no es sencillo. Las bandas independientes en Ecuador se enfrentan a múltiples obstáculos: falta de financiamiento, escasa infraestructura, poca difusión y una cultura de consumo que, a menudo, invisibiliza las expresiones artísticas locales y no les da la debida importancia.

Por eso, que haya lugares dentro de la ciudad como La Floresta ha sido fundamental para que estas bandas puedan presentarse en vivo, construir redes y consolidar sus proyectos. Entre sus metas están: grabar discos, circular por más espacios, conectar con nuevas audiencias y generar un impacto cultural duradero; es decir, que su presencia quede impregnada en la memoria colectiva. Asistir a conciertos, escuchar a las bandas que surgen en el país y compartir su música son actos que fortalecen la cultura y hacen que el arte local se fortalezca. “Escucha todo. Lo mejor es escuchar todos los géneros de música que existen porque la música es para momentos. No te cierres a una idea. Aprovecha que una canción puede cambiar tu rumbo. Todo puede coexistir”, señalan los integrantes de Neo Prisma, como una invitación al público para que consuman la música local.

La música que crean estas bandas es, en sí misma, una llamada a sentir, a reflexionar y a participar. En cada una de sus propuestas hay una apuesta por el arte como herramienta de cambio, como lenguaje de la juventud y como expresión de una identidad que está en constante construcción.

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