:Conversaciones con La Quadra

En la conquista del Everest

Su amplia experiencia subiendo montañas y su férreo deseo de lograrlo harán que este 2025 Alberto Astudillo alcance un hito: llegar al Everest. Diariamente, el periodista deportivo practica ejercicios físicos y mentales que son parte de la preparación para cumplir con esta meta, a mediados de añoLas montañas, el deporte y su familia son los pilares de su vida.  

Por Ana Paula Campoverde

Desde niño, Alberto Astudillo ha alimentado su pasión por las aventuras extremas y ha logrado fusionar sus dos grandes pasiones: el periodismo y el deporte. Su vida, marcada por su dedicación inquebrantable y su amor por el país, se ha convertido en un testimonio de perseverancia y superación. A través de su historia, reflexiona sobre los retos y las experiencias que lo han formado, al mismo tiempo que comparte sus sueños y proyectos futuros.

Cuenta que tempranamente sintió una conexión con las montañas, todo empezó a los ocho años cuando su madre lo llevó al Cotopaxi. A pesar de su corta edad, sintió la altitud como algo natural, y tras llegar al glaciar y tocar bloques de hielo gigantes, su mamá le dijo algo que quedó grabado en su memoria: “La cima es tuya”. Aunque no subió más en ese momento, una semilla había sido plantada.

Cortesía de Alberto Astudillo

El amor por la montaña permaneció dormido durante su juventud, hasta que, tras correr una maratón en Buenos Aires, se reencontró con ese viejo sueño. Fue durante un entrenamiento en el parque La Carolina cuando conoció a Carla Pérez, montañista ecuatoriana, quien lo invitó a subir el Cotopaxi. Sin pensarlo demasiado aceptó. Esa experiencia no solo le conectó nuevamente con su mamá y su infancia, sino también con el sueño de conquistar nuevas cimas. “Fue como volver a ser ese niño de ochos años que estaba con su mamá, pero ahora con una visión de lo que podía lograr”, reflexiona.

El ascenso al Cotopaxi marcó el inicio de una nueva aventura que lo llevó a las montañas más altas del país: el Cayambe, el Chimborazo y el Antisana, entre otras. Cada cumbre estaba impregnada de recuerdos y conexión con su madre, quien había sido una fuente de inspiración constante. Recordaba cómo ella, aunque no era deportista profesional, siempre disfrutaba las largas caminatas y actividades al aire libre.

Luego vino el gran salto: el Aconcagua, la montaña más alta de América. Fue un desafío físico y mental, luego de alcanzarla, la pregunta fue: “¿Qué sigue?”. La respuesta fue el Everest. Carla Pérez, quien ya había conquistado el Everest sin oxígeno, lo animó a prepararse para ese reto. Poco a poco, el sueño de escalar la montaña más alta del mundo dejó de ser una idea lejana para convertirse en un proyecto que comenzó a tomar forma.

El camino hacia el Everest ha sido todo menos fácil. Durante los últimos meses, su rutina diaria ha estado marcada por intensos entrenamientos que combinan ejercicios en el gimnasio, ciclismo y actividades en alta montaña. La preparación no solo es física, sino también mental. “El entrenamiento te lleva a enfrentar la incomodidad: largas horas en bicicleta, ejercicios con mascarilla que restringen el aire, sentir el frío en la montaña. Todo eso te forja para lo que viene”, explica.

Ahora, el sueño está más cerca que nunca. El viaje está programado para abril, concretamente, su ascenso está planeado para mediados de mayo. Cada detalle está siendo meticulosamente planificado, desde los campamentos base hasta la adaptación en altura. Viajará junto a su amigo Pato Arévalo, quien también se ha sumado a la aventura. Aunque llevará oxígeno suplementario, sabe que el desafío será inmenso. “Mi mayor miedo es no estar preparado, que todo esfuerzo no sea suficiente. Pero también creo que es parte del reto, enfrentarte a lo desconocido y confiar en todo lo que has construido”.

Para él, esta expedición no es solo un logro deportivo, sino un homenaje a su madre, quien plantó en él el amor por las montañas. “El sueño que comenzó como un juego de niño con mi mamá hoy es un reto de vida. Espero regresar del Everest con la experiencia de haber estado en la montaña más alta del mundo y con la certeza de que cada paso valió la pena”. 

Su dedicación al ejercicio es su ancla para mantener el equilibrio. Su día comienza temprano, trabajando en el canal y luego dedicando tiempo a su entrenamiento físico. “Sigo una rutina que me ayuda a mantenerme en forma, sobre todo en estos tiempos en los que, por el trabajo, la actividad física puede pasarse por alto. Sin embargo, siempre busco balancearlo con actividades familiares, porque mi entorno es fundamental para mi bienestar”, agrega.

El deporte, como la vida misma, está lleno de obstáculos y fracasos, para Alberto, cada error es una oportunidad de aprendizaje. “Mi mamá siempre me enseñó que de los fracasos se aprende mucho más que de los éxitos. Cada vez que no salían las cosas como esperaba, tomaba un paso atrás y reflexionaba sobre qué podía mejorar. Eso me permitió crecer en todos los aspectos”, confiesa. Esta filosofía la lleva consigo no solo en el campo deportivo, sino también en su vida personal y profesional. En su carrera como periodista, ha aprendido que los errores son inevitables y que siempre ofrecen lecciones valiosas.

Alberto se siente orgulloso de lo que ha logrado, pero su legado no se limita a lo que ha alcanzado en su carrera. Su mayor deseo es ser recordado como alguien que inspiró a otros a seguir sus sueños. “Me gustaría ser recordado como una persona que siempre motivó a los demás a hacer deporte, a superar sus límites. Creo que el deporte tiene el poder de cambiar vidas, y mi legado será haber ayudado a otros a descubrirlo”, dice con humildad.

Para él, el deporte no es solo una actividad física, sino una herramienta que cambia mentalidades y motiva a las personas a alcanzar sus metas. Su mensaje es claro: no importa lo que se haya logrado hasta ahora, siempre hay un camino por recorrer, una montaña por escalar. “La vida es como una montaña, siempre se pueden superar los obstáculos y llegar más alto, solo hay que estar dispuesto a intentarlo”, concluye.

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